Bibliografías Rocío

 Bibliografía 1


Valoración de enfermería en las técnicas diagnósticas más frecuentes en patología del aparato respiratorio.

La valoración es uno de los pasos más importantes en el proceso de enfermería para poder realizar un buen diagnóstico, basándose ésta en una entrevista donde recogemos datos relacionados con antecedentes personales como la exposición laboral a carbón, aire acondicionado o  sustancias consideradas como factor de riesgo en patologías respiratorias; familiares ya que tenemos que tener en cuenta aquellas de origen genético como el asma; y por último el motivo de la consulta, es decir, los síntomas que han llevado al paciente acudir al centro de salud. 

Paralelamente a la entrevista, se realiza la observación del paciente, la cual deberá durar toda la consulta, permitiéndonos conocer a simple vista algunos signos como pueden ser la tos indicando bronquitis si es persistente; la cianosis caracterizada por un color azulado de la piel y mucosas asociada a una baja oxigenación de la sangre lo que puede indicar un enfisema pulmonar; o disnea expresada por el paciente al hacer referencia a la falta de aire y no poder respirar correctamente. 

Por último llevaremos a cabo una exploración física del tórax, donde una vez  colocado el paciente de pie o sentado en posición erecta, pasaremos a realizar una inspección, observando la pared torácica para buscar cicatrices y el aspecto de los vasos sanguíneos subcutáneos, además de fijarnos en los movimientos respiratorios. Tras la inspección realizaremos la palpación de la tráquea y de la pared torácica, palpando con presión firme y al mismo tiempo preguntando al paciente acerca del dolor. En tercer lugar encontramos la percusión, realizándola de tipo directo, golpeando con la punta del dedo medio la pared torácica o de tipo mediata colocando los extremos distales de los dedos índice y medio sobre el tórax y con el dedo medio de la otra mano golpear sobre los dedos de la primera mano colocados sobre el tórax. Y en último lugar la auscultación, con el fin de escuchar los ruidos, sonidos sin vibraciones rítmicas, a través de la campana del fonendoscopio colocado sobre el tórax; los ruidos que podemos escuchar serán normales como el murmullo vesicular o anormales como el roncus.

En algunos casos cuando la exploración del tórax no es lo suficientemente clara, se realizarán radiografías del tórax, pruebas de función pulmonar o estudios bioquímicos para obtener mayor grado de exactitud en el diagnóstico.

Finalmente, recomendaría la lectura de éste capítulo tanto a estudiantes del ámbito sanitario, con el objetivo de iniciarse en la valoración de un tema específico, ya que personalmente queda mucho más clara la explicación; como a profesionales de la sanidad, debido a la importancia que tiene el seguir conociendo diversas técnicas de estudio en nuestro trabajo, las cuales muestra dicho capítulo. 

Además, representa una gran ayuda a la hora de realizar la fase de valoración de patologías respiratorias, dando indicaciones encaminadas a la correcta elaboración de la entrevista; explicando de forma clara y relacionando con las posibles enfermedades respiratorias todos los signos que deberíamos detectar en la observación; así como los pasos para realizar una exploración torácica correcta.


Palma Mezquida MD, Veras Troncoso M. Asistencia de enfermería en las técnicas diagnósticas más frecuentes en patología del aparato respiratorio. En: Enfermería Médico – Quirúrgica vol. I. 1ª ed. Madrid: Tébar; 2000. p. 13 – 17.



Bibliografía 2


El paciente con heridas. Proceso de cicatrización

La elección de éste libro la he realizado por la organización del tema, ya que explica de forma clara y concisa, además de utilizar un lenguaje sencillo todo lo relacionado con las heridas, desde sus diferentes formas de clasificación hasta la realización de una cura y su proceso de cicatrización. A continuación se muestra lo más importante del capítulo:

Las heridas constituyen los traumatismos mecánicos más frecuentes y de los que más información tenemos, siendo definidas como aquella lesión de la piel y /o mucosas con solución de continuidad y afectación variable de las estructuras adyacentes.

Existen diversas causas que producen heridas, pero las más comunes son las accidentales (consecuencia actividades domésticas, laborales, mordeduras) y quirúrgicas (actuación quirúrgica resultando limpias y bien definidas). Podemos encontrar diversas formas de clasificarlas donde encontramos:

- Según el agente productor: Pueden ser incisas (las originan agentes afilados y cortantes), punzantes (ocasionadas por objetos acabados en punta afilada o cónica), y contusas (suele existir arrancamiento de piel).

- Según su profundidad: Arañazo (afecta a la epidermis), desolladura (pérdida de sustancia en epidermis), perforante (rompe la pared de cavidades huecas) y empalamiento (lesiona mucosa vaginal o anal).

- Según complejidad: Distinguimos entre simples (sólo se lesiona tejido celular subcutáneo) y complejas (se lesionan estructuras complejas).

- Según el riesgo de infección: Encontramos infectadas (evolución lenta) y no infectadas (simples y cicatrizan por primera intención).

- Atendiendo al mecanismo de producción: Pueden ser erosiones (raspaduras, roces o frotamientos), incisas, punzantes, contusas, arrancamiento (desgarro de la piel), mordedura (desgarros mayores que por arrancamiento) y por arma de fuego (destrozan el tejido).

- Según la presencia o ausencia de infección: Diferenciamos entre heridas limpias (no contienen gérmenes), heridas contaminadas (suelen ser del tipo accidental) y heridas infectadas (contienen gérmenes patógenos).

Una vez clasificada la herida, se pasa a realizar una valoración de ésta, pudiendo ser de dos tipos, una valoración de urgencia, siendo un estudio rápido y sistemático donde se tratan primeramente las lesiones que suponen un riesgo para el enfermo  y después un estudio del resto de sistemas orgánicos; y una valoración rigurosa de la zona traumatizada, cuyo objetivo es ver la existencia de lesiones orgánicas y grado de afectación funcional, para ello se hará un estudio a cada uno de los patrones funcionales.

Terminada la valoración del traumatismo (heridas), la enfermera hará una serie de intervenciones acorde a los diagnósticos encontrados, alguno de ellos pueden ser, en relación a la alteración de la integridad cutánea donde se realizará una limpieza y aseptización de la herida para eliminar cuerpos extraños, se usará anestesia en la escisión de los bordes para el posterior cierre primario de la herida, una vez suturada se llevarán a cabo curas atendiendo a la evolución de la herida y por último cuando se retira la sutura se le dará al paciente una dieta adecuada para la correcta cicatrización. 

Otras intervenciones pueden ser acordes al riesgo de hemorragia, en primer lugar se intentará evitar la hemorragia a través de presión directa, se administrarán líquidos facilitando su distribución y por último controlaremos las constantes vitales y presión venosa central.

Tras terminar las intervenciones se deben evaluar los resultados siendo importante que la herida no presente complicaciones para la posterior cicatrización. Tras la evaluación se iniciará el proceso de cicatrización siendo entendido como el proceso reparador que se produce en todas las heridas cuyo fin es la restitución y curación del tejido lesionado hasta conseguir su normal funcionalidad. Dicho proceso consta de tres fases: 

- Cicatrización, siendo ésta dividida a su vez en tres subfases que son, fase destructiva, fase constructiva y por último fase de contracción; en esta fase preparan la piel para una buena cicatrización.

- Epitelización, se crea nueva piel que recubre la herida. 

- Maduración, puede pasar un año desde la epitelización, produciéndose una mejor estética del proceso de cicatrización.

 La cicatrización dependerá de factores locales como es la infección, estrés o tipo de curas, y de factores generales donde se recoge la edad, uso de fármacos o alteraciones nutricionales.


Guisado Barrilado R. El paciente con heridas. Proceso de cicatrización. En: Rayón E, directora. Del Puerto I. Narvaiza MJ, coordinadoras. Manual de enfermería médico – quirúrgica vol. I. 1º ed. Madrid: Síntesis; 2001. p. 366 – 378.



Bibliografía 3


La infección nosocomial

La hospitalización de algunos pacientes se debe a una infección (microorganismo que invade un huésped y se multiplica en un tejido siguiendo la cadena epidemiológica de reservorio, mecanismo de transmisión y huésped susceptible) que adquirió fuera del hospital y tiene que ser tratada mediante el ingreso, pero existe otro tipo de infecciones denominadas nosocomiales o infección hospitalaria las cuales se desarrollan durante su estancia en el hospital lo que implica que ni se sufría ni incubaba en el momento del ingreso, aunque el hecho de infectarse en el hospital no quiere decir que la sintomatología tenga que desarrollarse en el transcurso de la hospitalización, ya que muchas veces sucede tras el alta médica.

Existen una serie de factores que influyen en la infección como es el caso del paciente y su susceptibilidad caracterizada por el sexo, edad o gravedad de la enfermedad; de los diversos tratamientos que reciba y de la exposición a un medio hospitalario donde haya más contacto con microorganismos resistentes y virulentos como es el Staphylococcus aureus importante en las infecciones de origen quirúrgico, o la Escherichia coli responsable de numerosas infecciones del tracto urinario.

En cuanto a los reservorios éstos pueden ser endógenos (los microorganismos se encuentran albergados en el mismo paciente) o exógenos (ambiente hospitalario, instrumentos, medicamentos). Por otra parte, las vías de transmisión más frecuentes son la inhalación, ingestión y el contacto, siendo ésta última la vía más rápida de transmisión patogénica.

Una vez explicadas las características principales de las infecciones hospitalarias, los tres tipos más frecuentes que podemos encontrar son:

Infección del tracto urinario, representando la infección más habitual causada por E. Coli; siendo el factor de riesgo primordial el sondaje vesical con caterización interna y externa lo que ha favorecido la puesta en marcha de sondajes vesicales con circuito cerrado para disminuir las infecciones. Otros tipos de medida que se llevan a cabo para reducir la incidencia ha sido la correcta asepsia (guantos, paño estéril), revisar el sondaje diariamente así como eliminarlo lo antes posible.

Infección de la herida quirúrgica, importante debido a la frecuencia, morbimortalidad y prolongación de la estancia hospitalaria (6 – 14 días) que produce. Una de sus causas puede ser el instrumental quirúrgico, por ello algunas de las medidas que podríamos tomar sería seguir una técnica quirúrgica cuidadosa, aplicar racionalmente la profilaxis antibiótica, entre otras.

- Infección del aparato respiratorio inferior, donde encontramos la neumonía siendo el factor predisponente la intubación endotraqueal favoreciendo la aspiración de la flora por la boca. Algunas de las medidas de prevención que podemos llevar a cabo son realizar una aspiración de la vía aérea con catéter estéril o limpiar y desinfectar nebulizadores de pequeño volumen.

Por último, hay que hacer referencia a la vigilancia de éste tipo de infecciones, entendiendo la vigilancia como el estudio de las variaciones de dichas infecciones y que proporciona el diagnóstico de la situación, facilitando el llevar a cabo actividades de prevención. Algunos de los objetivos que se pretenden llevar a cabo con la vigilancia es la obtención de datos medibles sobre las infecciones nosocomiales, efectuar intervenciones con métodos de probada eficacia o evaluar los resultados obtenidos. Además existen unos indicadores (uso de antimicrobianos, porcentajes de infecciones en la cirugía limpia, etc.) que sirven como medidores de la vigilancia epidemiológica realizada en el hospital.

He escogido este libro por la estructura que sigue a la hora de tratar el tema, dividiéndolo en apartados los cuales están relacionados. Además de por la estructura, también por la forma clara de expresar el tema y por el lenguaje que usa siendo éste técnico pero con explicaciones lo que hace que sea sencillo.


Puente González D. La infección nosocomial. En: Rayón E, directora. Del Puerto I. Narvaiza MJ, coordinadoras. Manual de enfermería médico – quirúrgica vol. III. 1º ed. Madrid: Síntesis; 2002. p. 530 – 539.



 Bibliografía 4



El paciente oncológico


El cáncer es una enfermedad con un elevado índice de morbimortalidad donde factores como la edad, sexo y raza son significativos en ciertos tipos de cáncer; también hay que tener en cuenta que la dieta, distribución geográfica o la exposición ocupacional – ambiental son factores predisponentes importantes. De este hecho podemos deducir que el cáncer está originado por múltiples factores siguiendo una serie de fases como es la mutación genética (comienzo del tumor), hiperplasia y por último diseminación del tumor, es decir, metástasis.

Los tumores los podemos clasificar en benignos y malignos, en ambos casos se produce una alteración en la proliferación de las células, la diferente es que en los benignos la mitosis es prácticamente nula y no produce metástasis, mientras que en los malignos ocurre lo contrario. 

La aparición de un cáncer, implica en el individuo una ruptura en su estado de salud y por tanto una alteración de todos sus patrones habituales de normalidad, por ello se realiza una valoración de todos y cada uno de los patrones de Marjorie Gordon. Tras la valoración se realizarán pruebas diagnósticas para obtener el diagnóstico de malignidad conduciéndonos a asignar al paciente una determinada estrategia terapéutica. Los medios que se utilizarán serán la historia clínica, exploración física y pruebas complementarias donde se realizará laparoscopia, ecografía, radiografía simple o TAC.

El uso de todas las técnicas mencionadas anteriormente va encaminado a conseguir incluir al paciente en un grupo pronóstico y de tratamiento, debido a las diversas formas de clasificación usamos el T (se refiere a la extensión del tumor primario) N (refleja la presencia y extensión de metástasis regional) M (depende de la existencia o ausencia de metástasis a distancia). Por último, como tratamientos más utilizados para curar, controlar o paliar el proceso canceroso son la cirugía, la administración de citostáticos, la radioterapia, la bioterapia y la hormonoterapia. Estos se pueden emplear de forma individual o combinando dos o más de ellos. Así, en determinados cánceres como puede ser el de mama, se usan de forma combinada la quimioterapia y la radioterapia.

En definitiva, la incorporación de la enfermera como miembro del equipo asistencial en el cuidado de los pacientes oncológicos ha significado definir una enfermería altamente especializada con un compromiso claro en la prevención, la asistencia, la formación y la investigación en oncología. La enfermera oncológica entiende que el paciente y la familia son una unidad y es indispensable tratarlos de forma integrar. El hecho de compartir responsabilidades y abordajes con otros profesionales, es decir, de trabajar en equipo, hace que los pacientes oncológicos reciban unos cuidados de alta calidad y aumente a su vez la satisfacción en los profesionales. Así la enfermera que en su trayectoria trabaje con pacientes oncológicos, aprenderá muchas cosas en el marco de su práctica profesional, pero el valor añadido será el encuentro con un sinfín de realidades personales y dilemas existenciales que enriquecerán y reforzarán su trayectoria personal.


Chiquote Carquero S, Durán Fernandez A, Casals Iglesias S. El paciente oncológico. En: De la Fuente Ramos M, coordinadora. Enfermería médico – quirúrgica. 2ª ed.: DAE; 2009. p. 166 - 183
 


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