Bibliografías Miriam

 Bibliografía 1


VALORACIÓN EN PACIENTES CON PROBLEMAS DEL SISTEMA NERVIOSO CENTRAL.

González Gómez I. El paciente con problemas del sistema nervioso central. Valoración. En: Rayón E, directora. Manual de enfermería médico-quirúrgica Volumen III. 1ª edición. Madrid. Síntesis, S.A. 2002. p. 65-78

Los pacientes con problemas neurológicos son complejos y necesitan ser valorados de forma sistemática y ordenada para poder detectar precozmente cualquier alteración.

Comenzaremos la valoración con una entrevista. Durante la misma se realizan preguntas al paciente acerca de los antecedentes personales y familiares y se identificarán los problemas actuales. También se indaga sobre si sufre alteraciones de salud crónicas ya que pueden influenciar sobre el sistema nervioso; y problemas anteriores que puedan haber provocado el actual.      

El segundo paso de la valoración es la exploración física. Debe hacerse de una manera sistematizada, la cabeza a los pies, buscando signos de alteración neurológica. Así, se examina, por ejemplo, el estado del cuello, pérdida de líquido LCR o la función respiratoria.


Junto a la exploración física, tiene que hacerse una evaluación neurológica detallada. Para ello, se realiza una valoración de la función cerebral donde se estime el nivel de conciencia (escala de Glasgow), de memoria, del habla, etc. También se valorarán el estado funcional de los nervios craneales. La valoración de la función cerebelosa permitirá evaluar el equilibrio y la coordinación. Se debe determinar si la función sensitiva se ha visto afecta; por ejemplo, valorar la sensibilidad al dolor empleando un objeto punzante. Mediante el examen físico se valora la función motora, observando si el paciente tiene movimientos y temblor involuntarios; o determinando la fuerza de éste. Los reflejos tendinosos se valoran golpeando el tendón con el martillo y observando si aparece el arco reflejo del músculo. Por último se buscarán signos de irritación meníngea y alteraciones en los patrones de Gordon.

Este libro nos ofrece una completa fuente de información para realizar una adecuada valoración de los pacientes con problemas del sistema nervioso. Además de exponerla de una forma organizada, aporta conceptos clave que se deberían conocer, significados de abreviaturas empleadas, cuadros resumen e imágenes aclarativas.                              
                              
He elegido este capítulo porque la Enfermería tiene un amplio abanico de intervenciones en la valoración de problemas neurológicos, por lo que su aporte es importante en esta área. Además, el paciente podrá evitar complicaciones y llegar a un nivel óptimo de independencia mediante una adecuada educación y prevención, tarea que debe realizar el personal de Enfermería.

Bibliografía 2

HERIDAS ,TRAUMATISMO  Y CONTUSIONES.

Chocarro González L. Principios del cuidado de las heridas. Curas Simples. En: Chocarro González L, Venturini Medina C. Procedimientos y cuidados en Enfermería Médico-Quirúrgica. Madrid: Elsevier España S.A; 2006. p.85-100.



Valorar el estado y el riesgo de una herida, conocer y dominar la técnica de cura más adecuada, son conocimientos que la enfermera debe dominar para aplicar unos cuidados de calidad, evitando molestias innecesarias al paciente y situándolo en las mejores condiciones para que recupere la salud.



La definición de herida puede entender mejor si partimos de un concepto más amplio. Un traumatismo es una lesión producida por un agente físico, químico o mecánico; de manera accidental o intencionada. Cuando los traumatismos son cerrados y no existe afectación de la piel, se denominan contusiones. Cuando son abiertos y la integridad de la piel se ve afctada, heridas. Así, podemos definir herida como la presencia de una solución de continuidad en piel y/o mucosas producida por un agente físico, químico o mecánico.  Hemorragia, dolor y separación de bordes son los síntomas generales de una herida. Ésta puede ser intencionada (herida quirúrgica o punción venosa), producidad en un medio aséptico, en las mejores condiciones y con un bajo riesgo de afectación microbiana; o accidental (agresiones por arma blanca o mordeduras), pudiendose producir en cualquier medio y presentando un mayor riesgo de complicación.


Las heridas siguen un proceso de cicatrización con el fin de reparar los tejidos dañados. La cicatrización consta de varias fases: la fase catabólica o desasimilativa comienza al producirse la herida. Su objetivo es limpiar la herida de material necrosado y gérmenes. Para ello pone en marcha una serie de mecanismos, como la inflamación; la fase anabólica, asimilativa o de granulación tiene como fin reparar la pérdida de sustancia y rellenar la zona afectada. Comienza al tercer o cuarto día de producirse la lesión y puede durar meses; la contracción que permite la aproximación de los bordes de la herida, reduciendo la extensión de la herida.       

Se pueden identificar tres tipos de evolución en la cicatrización de las heridas, que posteriormente se relacionaran con el tipo de sutura indicado: la cicatrización por primera intención se produce en heridas muy superficiales, asepticas con los bordes limpios y poco evolucionadas. Es un cierre espontáneo y rápido; la cicatrización por segunda intención se da en heridas infectadas, complejas, con pérdida de tejido y evolucionadas en el tiempo. Algun ejemplo de heridas que cicatrizan por segunda intención son las heridas con signos de infección, sucias o producidas por mordeduras; la cicatrización por tercera intención es una combinación de las dos anteriores, dejando la herida abierta y suturandola quirúrgicamente posteriormente.                                                                                                                    

Existen múltiples factores que afectan a la cicatrización como la irrigación sanguinea de la zona, la tensión, la edad, la nutrición o la técnica quirurgica empleada. La enfermera debe saber identificar las fases de la cicatrización, los tipos y los factores para aplicar el tipo de cura más apropiado y favorecer así la reparación tisular.

Las heridas se pueden clasificar en función de diferentes criterio, lo que nos ayuda a realizar una valoración adecuada de la herida. Así, según el agente que lo produce, las heridas se dividen en incisas (agentes afilados y cortantes, produciendo heridas longitudinales, con bordes nítidos, limpios y regulares, mínima desvitalización de tejidos y sangrantes); punzantes ( objetos puntiagudos y alargados que prodecen heridas profundas que pueden lesionar estructuras internas); contunsas (agente obtuso y sin punta que produce una herida con bordes magullados, irregulares, desvitalizados y poco sangrantes); abrasivas (frotamiento en epidermis); por aplastamiento (pueden causar síndrome compartimental); por arrancamiento (tracción violenta sobre los tejidos que rompen los tejidos a distintos niveles); por arma de fuego; por asta de toro; por mordedura.

Según profundidad se pueden clasificar en superficiales o simples (afectan a piel y tejidos subcutáneo); profundas, complicadas o complejas (alcanzan partes blandas subcutáneas); penetrantes (afectan a cavidades sin dañar vísceras ni órganos); y perforantes (lesionan vísceras huecas).           
Según la complejidad de la herida, simples o superficiales (lesionan piel y tejido celular subcutáneo) y profundas o complejas (lesionan vasos , músculos, venas, etc.).  Atendiendo al riesgo de infección se diferencia, heridas limpias (con bordes nítidos y simples, cicatrizando por primera intención); limpias-contaminadas (heridas quirúrgicas que penetran de forma controlada en cavidades colonizadas sin indicios de infección y sin inflamación); contaminadas (recientes y accidentales, excepto mordedura); sucias o infectadas (heridas traumáticas no recientes, perforación de víscera y con tejido necrosado).                                    

Por último, mencionar que los cuidados de enfermería tienen una influencia importante en el resultado de cuarción de heridas, por lo que el enfermero debe valorar el proceso de cicatrización de las heridas y la eficacia del tratamiento empleado.

He seleccionado este libro porque espone de forma simple y clara los tipos de heridas que se pueden encontrar, así como los procedimientos a llevar a cabo ante éstas. Como contrapunto, decir que el lenguaje empleado quizás no sea el más técnico y la ausencia de imagenes o fotografias explicativas es notable.


Bibliografía 3

LA INFECCIÓN NOSOCOMIAL.

Barrachina Bellés L. Cuidados de enfermería al paciente con infección. En: Barrachina Bellés L. Enfermería médico-quirúrgica. Generalidades. Barcelona: Masson; 2004. p.72-75.


La infección nosocomial o infección hospitalaria es aquella que aparece cuando el enfermo está hospitalizado y y que no existía, ni tan siquiera en período de incubación, cuando el paciente ingresó. Son de dos tipos: la infección yatrógena que se produce como consecuencia de procedimientos invasivos y el agente infeccioso es externo al paciente; y la infección autóctonaproducida por los gérmenes que proceden del propio organismo.

Los pacientes con mayor riesgo de padecer una infección nosocomial son aquellos que tienen disminuidas sus defensas o que presentan una enfermedad crónica que les obliga a permanecer más tiempo ingresados.                                                                                                             En el hospital, hay servicios considerados de alto riesgo como las unidades de cuidados intensivos o de quemaduras, pues la gravedad del paciente es un factor de riesgo y se realizan procedimientos invasivos con mayor frecuencia (catéteres intravenosos, nutrición parental, sondajes, etc.).

Los gérmenes gramnegativos (enterobacterias y Pseudomonas aeruginosa) resistentes a los antibióticos, son los agentes microbianos predominantes en el hospital y responsables de las infecciones nosocomiales, por el uso y abuso de antibióticos de amplio espectro.

La cadena de infección se inicia por haber pacientes con enfermedades infecciosas ingresados. Si el personal no toma las medidas de asepsia y protección adecuadas puede contraer la enfermedad o convertirse en portador sano. Además, los gérmenes ambientales pueden depositarse en el material o instrumental. El huésped más susceptible es el enfermo inmunodeprimido.

El personal de enfermería y el resto del equipo de salud, debe tomar conciencia de la importancia de este problema y combatirlo desde la prevención. Para ello, se pondrán en marcha algunas medidas para prevenir y controlar la infección: lavarse correctamente las manos antes y después de cualquier procedimiento; usar los guantes para manipular cualquier sustancia corporal; mantener normas estrictas de asepsia; desechar los materiales contaminados adecuadamente; esterilizar el material infectado; administrar los antibióticos de forma adecuada; utilizar las medidas de aislamiento necesarias.

La principales infecciones nosocomiales son: las urinarias, debido a la colocación de un sondaje vesical permanente. En pacientes que requieren un sondaje a largo plazo es recomendable el uso de sondajes intermitentes. El riesgo principal de estas infecciones es la bacteriemia por grérmenes gramnegativos que puede conducir a un shock séptico mortal; las respiratorias, causadas por la entrada de los gérmenes gramnegativos en los alvéolos  broncoaspiraciones de líquidos o alimentos y la colocación de tubos endotraqueales o de traqueotomía para una ventilación artificial; y las de las heridas quirúrgicas, como consecuencia de la penetración de la flora de la piel del paciente en otros tejidos. Los factores que pueden favorecer a la infección son las intervenciones largas, operaciones abdominales e intervenciones de pacientes infectados. No es frecuente que los gérmenes exógenos puedan causar la infección, pero igualmente deberán tomarse medidas de precaución.


Bibliografía 4

EL PACIENTE CON CÁNCER DE PÁNCREAS

Se denomina cáncer de páncreas a la neoplasia maligna que afecta al páncreas, siendo en un 70-80 % de los casos adenocarcinomas.

Se conoce muy poco acerca de las causas que producen este tipo de cáncer y del modo de prevenirlo, aunque se sabe que es más frecuente conforme avanza la edad y que prevalece en varones de áreas urbanas y clase socioeconómica baja.

Normalmente el cáncer de páncreas es una enfermedad silente hasta que surge la metástasis, con unos primeros síntomas leves y vagos. A esto contribuye la ausencia de síntomas específicos y la localización introperitoneal de órgano, que imposibilita su palpación y estudio radiológico directo, con lo que su diagnóstico precoz es muy difícil de realizar, explicando así la alta tasa de mortalidad, que en ocasiones la enfermedad resulta irreversible en el momento del diagnóstico y su evolución clínica sea a menudo muy corta.                                                                                                                        
La triada de síntomas que suele verse en el cáncer de páncreas consiste en el dolor abdominal o de espalda, en la pérdida de peso y en la icteria. 

Para ordenar el cáncer de páncreas, el método más aceptado es la clasificación TNM, que se basa en ciertos hallazgos radiológicos o quirúrgicos para establecer la extensión de la enfermedad y su estratificación en estadios. El estadio I se refiere al tumor confinado al páncreas, el II afecta a los ganglios linfáticos regionales y, por último, el III indica metástasis a distancia.

En cuanto a la valoración, se verán afectados varios patrones, como el patrón percepción-manejo de la salud (falta colaboración por desaliento en su evolución), patrón nutricional-metabólico (signos malnutrición, icteria), patrón actividad-ejercicio (fatiga, taquipnea y taquicardia), patrón cognitivo-perceptual (quejas y actitud típicas de dolor en el abdomen), patrón autopercepción-autoconcepto (temor y ansiedad), patrón rol-relaciones (sentimientos de soledad y de pérdida del rol familiar e identidad personal) y patrón adaptación-tolerancia al estrés (discapacidad para afrontar el problema y confusión en los sentimientos).

No existen pruebas diagnósticas específicas de la enfermedad, ni bioquímicas ni radiológicas, y además los resultados histológicos pueden ser controvertidos. La ecografía es la primera prueba que debe efectuarse a los pacientes con dolor abdominal vago o icteria. Generalmente mostrará masas hipoecoicas, con o sin dilatación de las vías biliares. Para el diagnóstico definitivo se precisa una TAC con contrastePor último, la biopsia pancreática percutánea bajo control radiológico mediante aguja fina, dirigida por TAC, es una técnica sencilla y segura.       

Aunque el pronóstico del cáncer de páncreas es funesto y el tratamiento eficaz es particularmente difícil, en ocasiones hay que proceder a la resección quirúrgica del tumor y de sus metástasis y a la reconstrucción del tracto gastrointestinal. Otras veces sólo se practicarán intervenciones paliativas (reposición de líquidos y electrólitos, administración de sangre completa, dieta alta en calorías y baja en grasas) que eviten las obstrucciones y favorezcan el control de los síntomas, apoyándose en la radioterapia y quimioterapia.

El diagnóstico de enfermería se basará en los datos obtenidos en la valoración. Algunos de ellos son: dolor abdominal relacionado con afección tumoral del páncreas; alteración de la nutrición por defecto debido a anorexia, náuseas, vómitos; temor y ansiedad relacionados con el pronóstico del cáncer; riesgo de afrontamiento familiar ineficaz del diagnóstico.

Las intervenciones de enfermería estarán en relación con los diagnósticos enunciados, como por ejemplo: administrar analgésicos, según prescripción y necesidad, y recurrir a todos los medios adicionales para controlar el dolor; controlar la ingesta de nutrientes del paciente y su peso y colaborar con el equipo asistencial para administrar la alimentación enteral o parenteral; intentar tranquilizar al enfermo; aportar información realista a la familia.

Este libro aporta información clara y completa, con concepto clave a los que hay que atender y aclaración de las abreviaturas empleadas. Quizás podría utilizar más fotografías que aclarasen el contenido.                                                                                                                                        
He seleccionado este tipo de cáncer porque al desconocerse los factores de riesgo que pueden ayudar a su prevención y los signos de alerta que favorecerían un diagnóstico precoz, presenta una gran dificultad diagnóstica y terapéutica  por lo que los profesionales deben poner especial atención a los tratamientos paliativos para que estos resulten los más eficaz posible. Así, el papel de la enfermería cobra un gran peso es esta función.

Guisado Barrilado, R. El paciente con cáncer de páncreas. En: Rayón, E. Manual de enfermería médico-quirúrgica. 1ª ed. Madrid: Síntesis; 2001. p.321-330.



                      

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